domingo, 29 de junio de 2008
Fragmento
Los hombres de mi vida fueron psicópatas, histéricos, depresivos, traidores... sobre todo traidores. La traición es algo que me cuesta tanto explicar, me siento tan impotente ante ella que ni siquiera puedo expresarme como es debido: mis manos se contraen, mis músculos se tensan, mi columna se encorva, mi respiración se agita, mis dientes se aprietan dentro de mi boca mientras mis labios comienzan a abrirse lentamente dejando a sus inquilinos a la merced del aire. Y cuando pienso que voy a estallar como una granada de angustia, mis ojos se llenan de lágrimas y lo único que puedo hacer es llorar como una pequeña niña que perdió su muñeca preferida. Mi cuerpo vuelve a un estado de reposo absoluto a excepción de mis ojos que siguen derramando su líquido color diamante. Caigo en la cama, en el sillón o dónde sea que me sienta contenida y dejo escapar el oro transparente que corre por mis mejillas y se deposita suavemente sobre dónde quiera que sea mi lecho.