martes, 24 de junio de 2008

Sin Título

y así seguimos, vida mía.
así continuamos en caminos sin retornos ni atajos;
tratando de no errar la ruta, o al menos errarla lo menos posible.
sin embargo nunca sabremos si estamos yendo bien
hasta que chocamos con un cartel que indica: callejón sin salida
y como en un vidéo juego; perdemos una vida y volvemos a empezar.
volvemos a sortear los mismos obstáculos, nos volvemos a equivocar, volvemos a perder.
¿cuántas vidas tengo que perder para llegar al final de este juego?

los dados no me acompañan
el azar nunca fue un buen amigo.

los oponentes se hacen más fuerte y yo más débil.
cada vez me cuesta más avanzar.
ya no puedo, ya no puedo más.
pero soy porfiada y cuando preguntan si quiero continuar,
ilusamente respondo que sí.
ya que tan ilusa soy,
que con esperanzas, quizás tontas, imagino obtener la victoria
frente a los monstruos deformes que tengo que enfrentar.

a veces me confundo: no sé si soy la heroína
o la princesa encerrada en la torre más alta del castillo enemigo.
lo que sé con seguridad es que sigo en camino, sigo intentando rescatar mi vida,
sigo esperando que las puertas de mi calabozo se abran de par en par descubriendo la figura del flamante caballero de armadura brillante e imponente figura,
destinado a encontrarme, rescatarme del oscuro lugar en donde mi alma en pena aterrizó luego de un inesperado giro del destino, de un estúpido error humano, de un mal camino, de un callejón sin salida.

sueño intensamente, desesperadamente, tontamente.
sueño que ese caballero me tomará en sus brazos, me besará, me subirá a su corcel y abrazado a su cintura viajaremos a lugares extraordinarios; viviremos felices para siempre.
porque las mujeres del siglo XXI también soñamos con ser felices para siempre, ¿qué tan malo puede ser? sí, es cursi. sí, es antiguo.

¿acaso por querer ser originales, bohemias y vanguardistas, tenemos que ser desgraciadas?
¿ése es el precio que hay que pagar?
¡NO! de ninguna manera. todos queremos ser felices.
anhelamos la felicidad, es nuestro mas oscuro y culposo placer.
sin embargo sufrimos, sufrimos y sufrimos sin parar, sin consuelo. y nos valemos de ese sufrimiento: nos transformamos en artistas. pintamos grandes cuadros; componemos canciones desgarradoras; escribimos textos deprimentes, lastimosos y llenos de analogías.

el arte se crea con sangre que se escapa de nuestras venas cada vez que la flecha de la desgracia nos atraviesa.
es increíble que las mas bellas producciones artísticas estén firmadas con la sangre de sus autores. y nosotros, egoístas, nos regodeamos en esa sangre, disfrutando de esa desgracia ajena, llamándolas obras maestras o grandes joyas del arte universal.

esa gente nunca entenderá el dolor y el sufrimiento que el autor de la llamada obra maestra tuvo que soportar y es por eso que disfrutan. se empastan en esa felicidad inmutable y en el fondo agradecen el hecho de no saber, de no entender, de no sentir el dolor y la angustia.

por supuesto que los artistas envidian a esta gente. les encantaría entretenerse con el dolor ajeno, sin ser ellos los cortados por el afilado bisturí del sufrimiento.

y la gran paradoja: ¿prostituiríamos nuestro arte por una rebanada de felicidad?